En una de las clases de español salió el tema del uso de los tipos regionales en el humor popular: el vasco, el catalán, el andaluz, el lepero... Preguntados los alumnos sobre si esta circunstancia se daba tambien en Rusia no supieron muy bien que responder (cosa nada extraordinaria dependiendo del grupo de alumnos). Llegaron a aclararme que el ruso no toma como victima de sus chistes a otras regionales del país (salvo a los pobres "chukchis" que aparecen como miseros paletos). Arremeten en cualquier caso contra otras nacionalidades como los estonios, los cuales suelen aparecer como lentos y torpes de pensamiento; sin olvidar los clásicos chistes de "se juntan un francés, un inglés y un alemán" también conocidos en nuestro país .
Lo que está claro es que un personaje que no podía faltar en el humor del país, dado su peso social, es el del judio; siempre negociante, avispado y perseguido. A continuación dos ejemplos llegados a servidor vía un compañero de origen judio (no vaya a ser que a uno lo acusen de antisemita a estas alturas). A contextualizar en la época soviética.
Uno: 1937. Un año bastante duro. El KGB llega a las puertas de la vivienda del camarada Rabinóvich. Llaman a la puerta. Una voz detrás de la puerta pregunta:
-¿Quién es?
-¿Vive aquí el camarada Rabinóvich?
-No, aquí no vive.
-¿Y usted quién es?
-¿Yo? Yo soy Rabinóvich.
-¿Cómo? Entonces, ¿porqué nos ha dicho que usted no vive aquí?
-¡Porque a esto no se le puede llamar VIVIR!
Dos: El señor Rabinóvich yace en su lecho de muerte. Su tiempo en este mundo está a punto de consumirse. Llama a su hijo Jacob.
-Jacob hijo, llama al Partido Comunista, quiero hacerme miembro antes de morir.
-Pero padre, usted no se encuentra bien. Usted siempre ha sido un ferviente anticomunista.
-Jacob, no discutas a tu padre. Aprémiate, apenas me queda tiempo y he de hacer esto. ¡Deprisa!
Jacob, bastante consternado, sale de casa y cumpliendo la voluntad de su padre vuelve a casa con un señor del Partido Comunista que toma los datos al señor Rabinovich y le inscribe como miembro del partido. Tras marcharse éste, el señor Rabinóvich murmulla sonriendo:
-Ahora puede morir con la alegría de que habrá un comunista menos en este mundo.
El primero me parece muy bueno y el segundo lo habia oido parecido pero con un aficionado de la real sociedad (Donosti) que se hacia socio ante el asombro de su hijo del Athletic de Bilbao
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