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sábado, 25 de agosto de 2007

Top Manta Verdulero

Por el título parecería un nuevo cómic de Ibañez, pero es casi tal que así.

Aquí para muchos la vida es dura y se la tienen que buscar como sea. Como en tantos países uno de los sectores mas desprotegidos de la población es el de la tercera edad. Las pensiones son mínimas. Alexandra cobra una pensión inferior en 4 veces a los gastos de comunidad de la casa, sino pudiese pagar estos gastos le obligarían a vender la casa para pagar la deuda y comprarse con el dinero otra casa, o habitación en un piso comunal, donde se volvería a encontrar con el mismo problema. Pese a estar jubilada Alexandra trabaja vendiendo productos relacionados con la miel. Esto, junto con los intereses de un dinero que salió de la venta de la "dacha" familiar hace que su economía vaya tirando.

La estación de metro de Kupchina es a la vez estación de cercanías. No tiene nada que ver con las lujosas estaciones atr-decó del centro. Es bastante cutre, basicamente cemento caravista que se cae a cachos. Las entradas son pequeñas y para colmo ahora una de ellas está ahora de reformas así que en la hora punta cuando se juntan los pasajeros del metro y los del cercanías se forma una marabunta humana en la que uno podría morir sofocado. En la entrada suele haber policías controlando al personal y parando al que consideran conveniente, generalmente individuos de rasgos caucásicos, para solicitarle la documentación.

En horas normales, cuando la afluencia de pasajeros permite que haya espacios libres en los corredores de entrada, se situan en estos abuelitas vendiendo diferentes cosas, principalmente flores, verduras o fruta o alguna ropa (medias o bragas). Pero no os imagineis un puesto como en un rastro. Puedes ver a una abuelita con un ramito de flores en la mano, otra con una bolsa con 4 pepinos, otra con un kilo de tomates, otra con una lechuga y un puñado de filantro, otra con 4 paquetes de medias... siempre son cantidades mínimas y a precios mucho más baratos que en los comercios. Ahora que el clima lo permite, la naturaleza aquí es generosa y las huertas y campos de los alrededores dan sus frutos y el número de abuelitas ofreciendo sus productos también se ha multiplicado.

Justo ayer salíamos del metro y nos hacía falta una lechuga para la ensalada. Nos acercamos a una de las muchas abuelitas que allí estaban cuando de repente todas miraron hacia la salida con terror, recogieron su mercancias y salieron pitando. En seguida me vino a la cabeza la imagen de los negritos del top manta cuando ven acercarse a la policía. Y efectivamente un policia enorme y gordo se dirigía hacia ellas, sin prisas, tranquilamente, más creo para echarles la bronca porque no se puede vender en el metro que para intentar sacar algo, poco creo que pudieran dar. Una abuelita metió su mercancía en una bolsa y se hizó la despistada. Claro que el policía la había visto y se plantó delante de ella. Tendríais que haber visto la imagen de esa mole de policia frente a una pequeña abuelita encarada. Orco frente a hobbit. Quejas amargas por un lado. Recriminaciones por otro. La sangre no llega al rio. Esta es una escena cotidiana, un juego que se sucede a diario. Las abuelitas intentan vender lo que pueden y los policias las intentan espantar del metro.

La cuestión es que ya nos quedabamos sin ensalada cuando ya saliendo vemos a una abuelita de mirada picarona con una lechugua mínima en la mano. Nos acercamos. "¿Cuanto?". "15 rublos". "Hecho"... Parece que estemos comprando droga...

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