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miércoles, 21 de marzo de 2007

Historias del Metro (y 2)

Seguimos analizando el mundo del suburbano en la gran ciudad rusa.

Nos quedamos ayer bajando por las escaleras. Se me olvidó mencionar como cosa divertida que al final de las escaleras hay unas cabinitas de cristal con una persona encargada de controlar el correcto funcionamiento y tráfico de las escaleras mecánicas. Con sólo verles la cara se deduce que debe ser uno de los trabajos mas aburridos del mundo.

Cuando llegamos a las estaciones vemos que suelen ser espacios abovedados bastante amplios y que, siguiendo la tradición comenzada por el metro de Moscú, algunas de las estaciones son verdaderos monumentos. Mi impresión es que el régimen soviético quería hacer con esto una especie de dignificación de los espacios usados por el ciudadano, algo así como un palacio de uso comunal para el pueblo. La obra civil no se diseñaba en base sólo a la funcionalidad sino también como obra de arte. Y por otro lado supongo que se puede ver también como muestra de poderío del régimen. El ciudadano, pese a estar puteado, sentiría quizás un cierto orgullo al poder hacer uso de semejante obra (y quizás impresionase más verlo en los años 50).

Bonito ¿eh?. Pues no hagais fotos en el metro que os podeis comer un marrón, porque por un lado está prohibido y por otro estais diciendo a gritos: "¡Somos turistas!" con todo lo que eso conlleva.

Como hemos dicho depende de la hora que pillemos podemos acabar como verdaderas sardinas en lata. Pero yo por ahora no me he encontrado en esta situación (en un vagón, sí a la entrada de Vasilievstrovskaya en hora punta) y cuando he visto que la cosa se podía apretar mucho me he esperado al siguiente tren ya que la frecuencia es bastante buena y no suele haber que esperar mas de dos minutos.

Hora punta en Vasilievstrovskaya

Para saber a donde quiere ir uno hay que tener rudimentos de cirílico porque todos los letreros están en ruso. Durante el trayecto en cada parada una cálida voz masculina va cantando las paradas en ruso (en la que te paras y la próxima) con lo cual algún viajero que otro recurre a ir contando las paradas para no perderse.

Antes de entrar, dejen salir. En general esta regla se cumple y sino se respeta suele ser en momentos de mucho caos en los que la gente quiere subir al vagón antes de que les cierren las puertas en las narices.

Una vez en el vagón puede que uno tenga suerte y pille un asiento pero luego puede que no sea tanta suerte si acabas entre dos gordos o alguno que se empeñe en aprovechar esos 10 centimetros que quedan de hueco. Los trayectos pueden ser bastante largos (ayer para una clase hice uno de 40 min. sin transbordo) así que la gente dormita, fija su mirada en el vacio, se sumerge en sus pensamientos o sobretodo lee (este es un país de grandes lectores). Cada cual se mete en su mundo y se abstrae del entorno.

Se debe ceder el asiento a abuelitas/os, madres con criaturas, embarazadas, invalidos... etc. Lo que en España es una cortesia aquí es una obligación. Si se te pone delante una abuelita y no le cedes el asiento empezará sin ningún complejo a soltarte miradas a asesinas y a soltar exabruptos sobre los jovenes de hoy que ya no respetan nada. No es una petición es una exigencia. Pese a esto también hay mucha gente que pasa olímpicamente del asunto y es que, tanto aquí como allá, la caballerosidad y la urbanidad es un valor a la baja.

Puede que le sorprenda la entrada en el vagón de un vendedor ambulante cantando las excelencias de los productos que venden. Estos vendedores tienen su licencia pare vender y te puedes llegar a hacerse con alguna ganga (un mapa de la ciudad, un boli de colores o un supercutter que lo corta todo).

Uno hará el viaje sin grandes sobresaltos siempre que tenga a la vista sus cosas (aunque muchos lo hagan yo no recomendaría echar la siesta durante el viaje) y no se tope con una pareja de la policia en las entradas,salidas o pasos entre estaciones buscando a alguien que les haga rentable el día (ante este peligro la táctica es la del camuflaje: confundirse con el entorno, no llamar la atención y que siempre parezca que sabes a donde vas).

Obviamente se podrían contar más cosas, pero tampoco es cuestión de ponerse a narrar vida y milagros, así que al quiera saber mas le suelto algún enlace:

2 comentarios:

  1. Jodo 40 minutos de ir 40 de volver para dar una clase. Lo tuyo es vocación. :)
    Lo de las escaleras del metro es impresionante. Da miedo la gente que baja corriendo.

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  2. He echado cuentas y en este caso son unos 23 kms. de trayecto.
    Como si vas a Alfajarín...
    :-P

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