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miércoles, 27 de junio de 2007

Kupchina Blues

Hola a todos. Una vez más aquí estamos con todos ustedes. El motivo de la ausencia ha sido una mezcla entre un ataque de spleen báltico (otra patología de la zona) y la falta de inspiración para escribir algo con fundamento.

El verano se resiste a entrar, tuvimos unos días bastante benignos pero llevamos unas semanas de tiempo primaveral inestable y cielos grises. Con la llegada de temperaturas más altas la naturaleza de los jardines del barrio ha brotado y es curiosa la mezcla de la verde y exhuberante vegetación con el estado semirruinoso de los edificios.

Miren ustedes, Kupchina es un barrio con bastante poco atractivo. El problema en Kupchina, como en otras zonas de la ciudad, es que estos grandes bloques de vivendas no han tenido ningún mantenimiento, reparación o cuidado desde que fueron construidos allá por los 70, salvo el imprescindible. La causa de esto no es tanto la dejadez de las instituciones como de los propios habitantes. Da la impresión de que en los últimos años el comportamiento cívico ha sufrido un deterioro considerable. Me comentaba la suegra que antes aquí la gente que vivía se conocía, se saludaba y se trataba, pero con el tiempo el vecindario ha cambiado y ahora te encuentras con que la gran mayoría no saluda ni te mira a la cara, deja la botella en la escalera, fuma y tira la colilla en el ascensor y no es raro que alguno hasta eche la meada. Triste. Pero tampoco penseis que esto es un barrio de chabolas. Es una zona de clase media-baja currante. El indice de delincuencia en la zona es bastante moderado, esta bien comunicada y no le faltan servicios.

Yo hablo más del deterioro de las relaciones sociales. Del "embruteciminto" de las personas. Intento hallar alguna explicación a esto y a veces me atrevo a teorizar que con el régimen anterior la gente fué educada (y también obligada) para convivir, tener una maneras y un respeto al vecino y a lo comunitario. Ahora quizás el pendulo se ha desplazado al lado contrario, a un liberalismo del "sálvese quien pueda" y "yo a la mia", yendo cada uno a su bola sin importarle si empuja al prójimo o no en su camino.

Es por esto que el viernes pasado, cuando fuí a una clase a otro barrio, me alegraron el día dos pequeños gestos. Por un lado al salir de la casa, saludé al portero y este me devolvió el saludo con amplia sonrisa y al salir, aguanté la puerta a un joven que entraba (un mazas con pinta de skinhead) y me dió las gracias. Dos hechos seguidos de esta magnitud me dejaron impactado. Observé el entorno, el edificio del que salía era una casa de los años 50 de unas 5 alturas. Una casa vieja pero limpia y cuidada en lo posible. El entorno también se veía bastante limpio. Recordé la máxima: "No es más limpio el que más limpia sino el que menos ensucia".

No sé si vemos por donde van los tiros. Examinado las culturas ajenas muchas veces nos encontramos reflejos de la nuestra. La perspectiva nos da visión de conjunto. Aquí y allá todo el mundo se queja de que las calles están sucias pero tiran el papelito al suelo o cuando sacan al perrito a pasear no recogen la caca. Atrévase usted a sugerir algo al dueño del perrito que le dirá por un lado que se meta en sus asuntos y por otro usará el tan reconocido argumento neoliberal de "a mi nadie tiene que decirme lo que tengo que hacer". El personal en estos tiempos, cual adolescente borde, quiere por un lado un papa-estado que les solucione la vida pero que no les diga lo que tienen que hacer.

Mi hipótesis: las sociedades no pueden cambiar desde arriba sino desde abajo, desde las personas y las cosas cotidianas, desde cosas tan pequeñas como las mencionadas. Mi casa está desordenada porque no hay orden en mi cabeza.

Al final no se si el texto ha acabado teniendo mucho fundamento. Si no es así entonces os recomiendo la lectura de El Arte de Amargarse la Vida de Paul Watzlawick un panfleto de unas 40 páginas de iluminadora y entretenida lectura. ¿Tiene que ver algo con Rusia?. Bueno, empieza y cierra citando a Dostoyevsky, pero además aporta reflexiones como esta, confirmadas por mi señora:

"Fue la antropóloga Margaret Mead quien propuso la pregunta capciosa sobre cuál es la diferencia entre un ruso y un americano. El americano, decía ella, tiende a fingir dolor de cabeza para disculparse de una obligación social molesta sin llamar la atención; el ruso, en cambio, necesita tener dolor de cabeza. (...) Es verdad que el americano consigue lo que se propone, pero sabe que hace trampa. El ruso se queda en armonía con su conciencia. Tiene la capacidad de producir los motivos de disculpa que necesita sin saber cómo lo hace (y por lo mismo, sin ser responsable de ello)."

Deben de ser, quizás, estos días grises...

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