El miércoles pasado salió un día soleado. Esa semana una pareja de amigos (maña ella, ruso el) estaban de vacaciones en la ciudad y quedamos por la tarde para vernos.
Quedamos en el centro y rápido fuímos al canal Moika porque habían quedado con una pareja d eamigos suyos moscovitas que habían alquilado una barca y nos invitaban a dar una vuelta por el rio. Si bien el año pasado ya hice un paseo nocturno por el Neva en barco (viendo la apertura de los puentes), tenía pendiente un paseo a pleno día por los canales. Así, he de recomendar al lector que si alguna viene a la ciudad se de un paseíto en barco por los canales. Es un manera diferente de ver la ciudad que se disfruta muchísimo. Nosotros salimos del canal Moika y nos metimos en el Neva, entre Vasilievsky y Petrogradska hasta la desembocadura del rio al golfo de Finlandía. Dado lo soleado del día la ciudad lucía en todo su esplendor, nada más salir de Moika los surtidores del Neva brotaban, a la izquierda el Ermitage y la dorada cúpula de San Isaac y a la derecha el agudo chapitel de la fortaleza de Pedro y Pablo. Tumba de zares y embrión de la ciudad.

Esto sería lo típico. Conforme nos ibamos metiendo por el Malaia Neva, el paisaje cambiaba y entramos en zona portuaria. Enormes estructuras se levantaban.
Astilleros para la reparación de barcos.
Naves de diferentes tipos y tamaños. A mi el mundo del mar siempre me ha sido muy ajeno pero estás enormes y oxidadadas estructuras metálicas con sus letreros en cirílico no podían dejar de ser fascinantes.
Hicimos un alto en un curioso barco-gasolinera anclado en una de las riberas. Nos acercamos al mar y volvimos. Los ferrys que van a Petrodvorets o Krondstat nos adelantaban volando sobre las aguas. Volvimos a entrar en la ciudad, estuvimos un rato recorriendo los canales y aparcamos la barca. Aunque iba abrigado durante el paseo (y eso que el día era soleado) a la vuelta ya se me había metido la humedad el Neva en el cuerpo y con el resto de la cuadrilla nos metimos a tomar algo para calentar el cuerpo.
Donde fueres haz lo que vieres. Eso dice el refrán. Pero ponerse a beber vodkas con rusos (y más si son expertos corredores de fondo) es pura tonteria por no llamarlo un suicidio para el hígado. Mi paisana, que ya lleva años casada con su marido y más de relación con el país la cuento casi como rusa. Nuestros amigos moscovitas se retiraron (Uno de ellos ya llevaba bastante trabajo realizado durante toda la tarde). Y nos quedamos la pareja y yo. "Ya casi no quedan sitios auténticos en Peter", me dijeron. "Ahora todos los negocios abren y cierran de un año para otro y los de toda la vida poco a poco van desapareciendo, pero queda uno que se llama MAYAK (o algo así) que es un auténtico bar soviético". Amigos. ¿Quién se lo podría perder?.
El sitio en cuestión esta cerca de la Av. Litieni, más tirando hacia Nevsky. Efectivamente es lo más aprecido a un bar que he visto por estos lares. De hecho, pensaba que ese concepto de establecimiento no existía por aquí. El sitio era de lo más interesante. Cutrecillo. Con una barra en una esquina y mesas dispuestas en plan comedor. Me comentaron que allí se podía comer a precios muy razonables pero que mejor no probase las ensaladas, más por ser flojas que por otras cosa. Desde una esquina vigilaba un busto plateado de Lenin y desde otra un busto de Dzerzhinsky, fundador del NKVD. Obviamente nos sentamos en una mesa al lado de este último. A esta decoración se sumaban las obligadas banderas del Zenit. De fondo sonaba música disco de los años 80 rusa y europea. Y seguimos con los vodkas. Se suele pedir una botellita por gramos y vasos. Para suavizar si se quiere un zumito. Como cena tomamos el obligado arenque con algo pepino y pan de centeno. Lo más típico y proletario. Así que allí continuamos bebiendo, charlando y fumando. A lo que en un momento dado se nos acercó un señor que estaba en una mesa de al lado grande como un Tupolev, moreno, con bigote y una buena curda. "La liamos" pensé. "Le habremos ofendido en algo. Pensará que nos reímos de el. Yo que sé...". Pese al inminnente peligro el vodka me mantenía en una tranquila beatitud. Resulta que el tipo había sido Coronel en Beslán y hace vodka se conmemoraba el aniversario de la tragedia. Al vernos extranjeros se sintió en la necesidad de explicarnos lo que había vivido. Total que al final su compañero de fatigas lo retiró de nuestra mesa pidiéndonos disculpas. En estas llegaba Irina de trabajar para juntarse con nosotros. EL veterano aún hizo algún intento infructuoso de volver a hablar. "Traduceme", e decía a Irina. Y empezaba a hablar en inglés: "I'm major...". Al final el coronel se retiró a su casa y nosotros cerramos el bar.
Como traca final fuimos a un garito por allí cerca: "The Point". Con tan mala suerte que justo había un dj pinchando mi parte de mi repertorio favorito. El resto fueron bailes, gritos, payasadas, exaltación de la amistad con nativos... La tarde empezó navegando y la noche acabo en naufragio. Irina me metió en un coche y el improvisado taxista al verme y temiendo por su tapicería nos llevó a casa más rápido que un Sputnik. Al día siguiente prometí no volver a liarme a vodkas con un nativo, o liarme a vodkas sin cenar... o mejor aún, no probar el vodka. Pero bueno, ya sabeis como son estas cosas.
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